Que el número aumente el estruendo y fortalezca la lucha
En 2015 Grupal Crew Collective organizó un concurso de baile dentro de la programación de La Plaza en Verano de Matadero. El premio, un altavoz portátil. Cuando cerró Matadero aquella noche, un grupo de gente se lo llevó a la Glorieta de Legazpi y se quedó hasta altas horas de la madrugada bailando. En 2016 aquella rotonda dio pie a un fetiche y con el impulso inicial de esa misma Grupal Crew se organizó el Comité de Festejos de la Romería de los Voltios. En 2017 la cosa fue a más… Este intento repetido en el tiempo de reivindicar el derecho a bailar en la calle, adoptó un nombre propio: “Romería de los Voltios”.
Mi participación en esta tradición inventada ha tomado diversos caminos. Por una parte, mi disfrute como bailarín inexperto. Por otra, ayudando con apoyo institucional a través del MNCARS o con proyectos como la exposición Charivaria, la cual co-comisarié junto con Andrea Zarza en CentroCentro (Madrid) y que trataba sobre cómo las personas se posicionan en el espacio público mediante el sonido. También, escribiendo un texto* al que es posible acceder y leer más abajo.
En él, la Romería de los Voltios es tanto excusa como resultado para aproximarme de una forma histórico-artística a otras romerías, como a esa Romería de los Cornudos pensada por Cipriano de Rivas Cherif y Federico García Lorca, o a los referentes subrayados por los “romeros voltianos”: los sonideros o soundsystems del centro y el sur de América, la Love Parade berlinesa, la famosa ruta del Bakalao…
Como conclusión: estas páginas se convierten en un intento por analizar las posibles consecuencias (favorables o agrias) de atravesar lo moderno por lo popular y lo primitivo, pero sobre todo buscan defender la apropiación de la calle y la futurible subversión de lo establecido a través de las celebraciones populares. Ese mostrar “que las calles son nuestras, de las personas que las habitamos, las paseamos y las bailamos”.
*Este ensayo fue parte de la publicación del Programa sin créditos, editada por Selina Blasco y Lila Insúa.